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Como mientras escribo esto estamos en medio de la peor y más larga ola de calor de los últimos años, de acuerdo con Marketing4Ecommerce hemos decidido que hoy toca hablar de un tema refrescante, ligero y muy veraniego. Así que vamos a hablar de la muerte. Y más concretamente, del legado digital.

La muerte es la única certeza que hay en la vida. Suceda lo que suceda, puedes estar seguro al 100% de que vas a morir. De viejo o aplastado por un camión, despeñado por un acantilado en tu afán por sacarte el mejor selfie, vaporizado por el impacto de un misil nuclear en tu entrecejo, devorado por un tiburón porque has decidido bañarte en una playa del Caribe al grito de “tranquilos, los tiburones no atacan a los seres humanos, eso sólo pasa en las películas”… Podrías incluso derrumbarte irremisiblemente muerto ahora mismo por cualquier enfermedad que provoque la muerte súbita (y hay muchas) o por tomar algún medicamento de esos que en la lista de posibles efectos adversos, que vienen en ese prospecto que no te has leído, incluyen la muerte como efecto “muy poco frecuente”.

Marisol y Paco, segundos antes de morir

El caso es que morirte, te vas a morir. Y si como yo, has cumplido 50 años, estás más cerca del momento de tu muerte que del de tu nacimiento.

Después, cada uno tiene sus creencias.

Si alguien quiere saber si hay algo después de la muerte, puede dejarme un comentario para que privadamente me dé su dirección y prometo solemnemente que, si es posible, mi fantasma le hará una visita para contarle cómo es lo que hay después, que en mi caso será, probablemente, una detallada descripción de los tormentos del infierno. Casi prefiero que no haya nada, pero como no lo sé, les ofrezco esta estupenda posibilidad por un precio módico que tendrán que abonar cuanto antes, no sea que la espiche mañana y os pille pensándolo. Total, mil euros no es mucho a cambio de tener la certeza de que la muerte no es el final 🙂

Si queréis extra de levitación cuando os visite, eso se paga aparte.

Legado digital: índice

Qué es el legado digital

Hasta no hace mucho, te morías y lo que quedaba de ti se enterraba o se quemaba, tus seres queridos te lloraban sinceramente, excepto los hipócritas que derramaban unas lagrimillas de compromiso, y los únicos recuerdos tangibles tuyos eran las fotos que acababan descoloridas en el álbum familiar. Pero desde que una parte importante de nuestra vida se desarrolla en el ámbito digital, al morir no sólo dejamos restos mortales, sino también restos digitales. 

El legado digital es el conjunto de datos (textos, imágenes, vídeos, etc) en formato digital que están colgados en la red y que permanecen después de nuestra muerte. 

Por ejemplo:

  • Nuestros perfiles en las redes sociales y todo el material que hemos subido a ellas.
  • Blogs, vídeos y publicaciones, profesionales o personales, que están colgados en distintas webs.
  • La enorme cantidad de datos que quedan en los servidores de distintos proveedores tecnológicos y son accesibles a través de Google.
  • Nuestros correos electrónicos.
  • El historial de conversaciones en servicios de mensajería como WhatsApp o Telegram.
  • Suscripciones a servicios digitales de pago.
  • Datos de acceso y contraseñas a diferentes servicios online.
  • Licencias de software y otros activos digitales de valor que estén a nuestro nombre.
  • Criptoactivos: criptomonedas, NFTs, etc

La cantidad de datos que componen nuestro legado digital es inmensa y puede ser una auténtica pesadilla para nuestros herederos, sobre todo si no hemos manifestado por escrito cuál es nuestra voluntad sobre lo que se debe hacer con ellos. Es decir, que además del testamento clásico, también debemos hacer testamento digital. 

En el legado digital hay que distinguir entre dos tipos de activos:

  • Activos digitales con valor puramente sentimental para los herederos: fotos, vídeos, recuerdos varios.
  • Activos digitales que generan un rendimiento económico y que pueden seguir generándolo después de tu muerte, como canales en YouTube o en otras plataformas que cuenten con monetización, criptoactivos, negocios 100% digitales…

En el primer caso, en tu testamento deberías especificar ante notario quién o quiénes son las personas designadas por ti para que se hagan cargo de gestionar tu legado digital. Peeeeero en el segundo caso, entran en juego las cuestiones legales de las herencias: aunque quieras “repartir” esos activos o legárselos a una persona concreta, no puedes dejar fuera a los herederos legítimos.

Hablamos de dinero, y todo lo que tenga valor está regulado en la legislación sobre herencias.

Tía, no finjas estar triste, que sé que has heredado el canal de Youtube de tu tío el cocinero

Cómo gestionar el legado digital

Si quieres que tu legado digital se gestione adecuadamente, lo mejor es que tengas las cosas previstas para cuando suceda el hecho luctuoso (o sea, te mueras). Lo primero que debes decidir es qué quieres que suceda con tus restos digitales, y ahí tienes tres opciones: borrarlos definitivamente, descargarlos y borrarlos o que se mantengan en línea como recuerdo u homenaje.

Como ya hemos dicho antes y por razones obvias, esto no vas a poder hacerlo tú, por lo que es importante pensar en quién o quiénes van a ser las personas encargadas de llevar a cabo tu voluntad. Es importante hablar con esas personas y ver si están dispuestas a hacerlo.

Mi consejo personal: no delegues esa responsabilidad en tu pareja o alguien muy allegado, porque lo único que vas a hacer es generarles más dolor. Bastante tendrán esas personas con gestionar el duelo por tu muerte como para que encima tengan que pasarse semanas viendo tus fotos, tus vídeos y todo lo que has dejado. Busca personas de confianza pero a las que tu muerte no les duela tanto. Por supuesto, si puedes permitírtelo, un abogado es la persona perfecta para encargarle esa tarea.

Disponer de un testamento que contemple la parte digital de tu legado ayuda mucho, pero no va a evitar los quebraderos de cabeza y el rechinar de dientes de la persona designada cuando vea la cantidad de servicios y plataformas con las que tiene que contactar. Afortunadamente, algunas de ellas ya tienen la gestión del legado digital contemplada entre sus servicios:

  • Facebook fue de las pioneras en esto, al permitir que cada usuario designe a una persona encargada de decidir qué hacer con tu perfil personal y con las páginas que administres. En el caso del perfil personal, la persona que tú hayas designado previamente puede optar por borrarlo o por mantenerlo como un perfil memorial, en el que no se puede publicar nada pero sí que conserva el acceso a lo ya publicado, especificando que se trata de una persona fallecida.
  • Intagram también ofrece una función similar para convertir un perfil de un persona fallecida en conmemorativo.
  • Twitter y Youtube no permiten la conversión de perfiles en memoriales. pero sí se puede cerrar la cuenta de una persona fallecida, aunque los trámites pueden ser farragosos.
  • Google también permite cerrar las cuentas y servicios de personas fallecidas, aunque ellos mismos afirman que “tomarán la decisión después de examinar el caso minuciosamente”. Existe un formulario que permite iniciar el proceso de cierre de cuenta de una persona fallecida. En determinados casos, que no especifican, pueden permitir la descarga de datos, algo especialmente útil si, por ejemplo, la persona utilizaba Google Fotos.
  • TikTok no tiene un procedimiento establecido como tal, más allá de que las cuentas que permanecen inactivas más de 180 días convierten automáticamente su nombre de usuario en un nombre aleatorio. En este caso tendrás que recurrir al soporte general de Tiktok para que te ayuden.
  • Apple se sumó el año pasado a la gestión del legado digital. Desde 2021 las actualizaciones de sus sistemas operativos permiten designar a uno o varios representantes que se harán cargo de la gestión de los datos y el cierre de tu cuenta cuando fallezcas.
  • Microsoft remite a sus servicios de ayuda y te propone que, en caso de fallecimiento, no pagues las suscripciones a los servicios del fallecido (con lo que, además de muerto, será moroso y tendrás todas las papeletas para que su fantasma te atormente) y su cuenta desaparecerá en un año. Pero la cosa va por barrios. Mientras que para la UE remite a los usuarios a sus oficinas de Irlanda y recomienda poner el caso en manos de un asesor legal, para Alemania sí tiene un procedimiento establecido para gestionar el legado digital. En el caso de Latinoamérica no está descrito así que tocará averiguar.

Como ves la cosa es compleja, por lo que lo mejor es poner todo esto en manos de un abogado y dejar reservada en tu testamento una cantidad para el pago de sus servicios. No obstante, muchas compañías aseguradoras ya ofrecen el servicio de gestión del legado digital en sus seguros de decesos, por lo que si tienes un seguro de este tipo te conviene revisar tu póliza y, en caso de que no aparezca, valorar la opción de incluir esta cobertura.

Además, están surgiendo empresas y startups especializadas en el legado digital y el testamento inteligente, que no sólo integran el testamento convencional y el legado digital, sino también el testamento vital y el genético, utilizando tecnologías como el blockchain.

Lo que está claro es que morirse no es tan sencillo como era antes. Ahora dejamos un rastro digital que, por mucho que exista el derecho al olvido, es complejo de gestionar y requiere de conocimientos y tiempo, dos cosas que puede que tus seres queridos no tengan o no quieran tener. Por eso es fundamental que tengamos previsto qué hacer con nuestro legado digital.

¿Y si pudiéramos hacer que la muerte no fuera el final?

No, no me refiero a la resurrección de la carne. Si la palmas, la palmas. Pero ¿y si tus familiares quisieran seguir hablando con una versión digital de ti?

Esto, que ya aparecía en un capítulo muy loco de Black Mirror y hasta hace nada era pura ciencia ficción (hay una estupenda novela de Philip K. Dick, Ubik, que trata precisamente de ello) lleva camino de convertirse en realidad. Ya hemos visto como la tecnología del deepfake permite revivir a los muertos en imágenes y ponerles voz, como la resurrección de Lola Flores en el spot de Cruzcampo, que como ves en el siguiente vídeo del making off de ese spot, todavía es un proceso complejo:

Al mismo tiempo, ya existe la tecnología de inteligencia artificial necesaria para que un bot pueda imitar la voz de cualquiera si cuenta con las suficientes muestras de la voz original. Incluso puedes clonar tu propia voz por 70 dólares. Esto, que ya supone un paraíso para las fake news y una pesadilla para los servicios de espionaje de todo el mundo, es sólo el principio de lo que la IA nos depara en el campo de los servicios funerarios 5.0. Ya hay unas cuantas startups trabajando en ello con la idea de que no sólo puedas hablar, sino tener una videoconferencia con una persona muerta que responda de forma coherente a tus preguntas y sea capaz de tener una conversación básica contigo.

A mí personalmente me parece, además de macabro, algo que puede tener unas consecuencias psicológicas terribles para quienes traten de aferrarse a un falso recuerdo de un ser querido. Pero en Silicon Valley han olido la oportunidad de negocio. Si luego hay que  desarrollar otro bot con IA para hacer terapia psicológica porque ya no sabes quién está vivo y quién está muerto, pues se desarrolla. Será por dinero.

Y no sólo en Silicon Valley. Microsoft ya tiene registrada la patente de un chatbot para hablar con los muertos.

Una aplicación de la tecnología de resurrección digital que ya hemos visto, y me temo que veremos mucho más en el futuro, es la que permite revivir a actores o cantantes muertos. De momento se ha hecho en pocas escenas de algunas películas en la que los actores habían muerto antes o durante el rodaje, pero resulta tremendamente tentador para Hollywood (y puede que para muchos herederos con pocos escrúpulos de actores míticos) resucitar a los y las grandes de la pantalla para que vuelvan a protagonizar películas, hasta el punto de que muchos de ellos (los vivos) están incluyendo la prohibición del uso de su imagen en sus testamentos.

La lista de posibilidades es infinita, y los dilemas éticos que plantean también, pero, ay, poderoso caballero es Don Dinero. Y no sólo se trata de películas. ¿Pagarías por ver un concierto holográfico de los Beatles o de Elvis en el que además de cantar, interactúan con el público igual que en un concierto real? Si ya se ha hecho con Roy Orbison o María Callas… es cuestión de tiempo.

Hay otros dos campos de futuro más o menos inmediato relacionados con el legado digital y la recreación de personas muertas:

  • El metaverso (o los metaversos, para ser más precisos), donde vía avatar y realidad virtual podríamos acabar interactuando con personas fallecidas que hablarían y se comportarían de la misma manera que el finado/a (finado, qué palabra) mediante la aplicación de IA.
  • Los cementerios digitales (o digitalizados) donde, en lugar de una foto en la lápida (sé que en muchos sitios no se hace, en mi pueblo sí) quienes visiten la tumba podrían encontrarse con que una representación holográfica de la persona (o usando el móvil y la realidad aumentada) les da las gracias por las flores, les contesta cuando se le habla o “escenifica” un recuerdo importante previamente grabado . Espero que pongan un aviso en las primeras tumbas que usen esa tecnología, porque si no más de uno se va a tragar su propia lengua del susto.

¿Ahora vienes a ponerme velitas? ¡Mira cómo me tienes la tumba, hecha un desastre! ¿Y a dónde vas con esos pelos? (Una madre siempre es una madre, incluso después de muerta)

Todo esto plantea muchos interrogantes éticos que deberían ser resueltos antes de lanzarse alegremente a resucitar digitalmente a nadie. Me temo que no será así y, como suele ser habitual, primero crearemos el problema y luego buscaremos el remedio.

Así que ya sabes: ve haciendo testamento digital, si no quieres aparecer después de tu muerte vendiendo lavadoras.

 

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